Un viaje desastroso

La imagen que expresa la situación de Nicolás Maduro es la de un prisionero en un avión cu bano. Preso de Cuba. Rehén de la destartalada dictadura de dos ancianos expertos en detectar jumentos propicios para echarles encima una silla de montar y llevarlos al trotecillo por la vereda de sus apetencias.Ese bochornoso episodio de Maduro y su enorme comitiva encerrados por más de cinco horas en un avión, en un aeropuerto de Canadá, porque las autoridades de este país que muchas veces le han parado las patas a la tiranía cubana se rehusaban a vender gasolina a una aeronave con bandera de la satrapía antillana, lo retrata en su insignificancia, en su condición de secuestrado cuyos actos más mínimos están sujetos a la voluntad de sus captores.Ya el viaje había comenzado con un lance baratón, que consistió en formar una alharaca porque, supuestamente, Estados Unidos había impedido el paso por sus cielos del avión donde viajaba Maduro con rumbo a China y que, además, había negado algunas visas a miembros de la concurrida comitiva. Mientras Maduro amenazaba con medidas drásticas, que, por cierto, todavía no ha anunciado, y Jaua desplegaba las acostumbradas pataletas que suelen acometerle antes de des hacerse en zalemas con Kerry u otro jerarca norteamericano, un empleado menor envió un papelito diciendo que no había habido tal interdicción y que a nadie le habían negado ninguna visa. En el medio, según declaraciones del propio Jaua, al pobre Calixto Ortega, agregado comercial de Venezuela en Washington, le quedó el dedo romo marcando el teléfono para contactar a alguna autoridad del Departamento de Estado, pero nadie le respondió. En suma, quisieron hacer el show del líder del Tercer Mundo a quien el imperio se afana por obstaculizar; y lo que lograron fue un e-mail del pasante del quinto asistente del subsecretario de Asuntos Menores que decía algo así como: Mijo, tómate un tilito y ponte pa’llá, que aquí estamos ocupados.Así fueron la ida y el regreso. La primera, un ridículo de poca monta pero sazonado con una amenaza que debe cumplir; y el segundo, un incidente extraño, que lo muestra detenido en avión ajeno, supuestamente involucrado en la labor de infiltrar en los Estados agentes cubanos desde luego, con pasaporte venezolano sin permiso de entrada a ese país; una especie de tráfico de personas, sin duda ordenado por Cuba, mangoneado por los cubanos, tratado como un traqueto por los canadienses, humillado por el universo que siempre...

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